En un mundo que se caracteriza por la saturación, el caos y la incertidumbre, se hace necesaria una dietética de la información (véase Baudrillard). Todo ha de compactarse, hacerse ligero, o perecer. No debe perderse el tiempo en profundidades o digresiones, el tiempo es oro. Ofrezco aquí algunas aplicaciones comprimidas que espero les sean útiles.
A más de uno le habrá ocurrido que lo persiguen ciertos objetos. A alguien lo acosa una moneda, un mueble, una planta, una bicicleta, una palabra. Philip K. Dick fue perseguido por robots de juguete e insectos que hablaban y se reían de él. Su literatura de la paranoia, sobre todo en su vertiente cuentística, es más una metafísica que una ciencia ficción. Hace de la materia inerte, las plantas y los animales, mucho más de lo que a simple vista parecen ser, los pone como almas en el terreno de la vida.
Es curioso cómo a veces los objetos parecen aliarse, el modo en que pueden producir una acentuación unilateral de temas específicos que insisten, vuelven y se mimetizan en miles de figuras a través de la vida. Es el caso, para mí, de la achicoria, mejor conocida como diente de león. La veo con frecuencia, la sueño, a veces estoy un poco harto de ella. No sé qué es lo que quiere decirme, o por qué es tan importante, pero le pongo toda la atención de que soy capaz.
La aparición siempre está ligada a la idea o a la experiencia del viento y al azar.
Así en la fotografía llamada Lorsque le vent viendra (Cuando el viento vendrá) de Gilbert Garcin
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En el poemario Diente de León de Jesús Bartolo (click para agrandar)
A veces estoy a punto de pisar el diente de león, y al final, casi al azar, me sale una foto casi decente –yo que rara vez tomo fotos.