domingo, 25 de noviembre de 2007

Ayuda humanitaria

Rotas las vías de comunicación, roto el estado, rota la justicia, rota la civilización. La tierra desgajada, cadáveres de reses flotando, mosquitos revoloteando en un edén demoníaco, la iglesia “El arca de Noé” bajo el agua, ríos de aguas dulces que de pronto se tornan amargas. Tabasco y Chiapas.

A nadie se le ocurre armar una despensa y enviarla a uno de los 34 mil niños que mueren diariamente de hambre en países como Angola o el Congo. Ahí la emergencia es permanente y la tragedia es el único destino, pero como eso no sale todo el día en los medios de comunicación, y como es tan lejos, es como si no existiera.

De todos modos me dieron ganas de enviar alguna ayuda a los damnificados en México. Y ahí surge un dilema.

¿A quién darla para que la haga llegar? ¿a TV Azteca? ¿al gobierno del DF y a su jefe? ¿a Banamex? ¿a cualquier otra instancia de rapiña política o comercial?

No.

Decidí que la iba a enviar directamente a Tabasco y a Chiapas. Seleccioné una colonia y busqué el código postal de alguna de las zonas afectadas, pensando que lo mejor sería enviar la ayuda por mensajería, y que el mensajero se la entregara en la mano a alguien que viera que lo necesitaba.

¿Pero es esto posible?

Ah, claro. En México hay DHL.

Los publicistas dicen que a los mensajeros de DHL "nada los detiene". Campaña Grand Prix de algún autodenominadocírculo creativo.
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Órale.

Y es que realmente a esos monos NADA los detiene.

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¡Nada!

Hasta que, claro, se encuentran con un obstáculo de verdad y se accidentan.

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De todos modos decidí darles una oportunidad. Tomé el teléfono y hablé a DHL. Me contestó una señorita muy simpática.

-DHL, buenas tardes, ¿en qué le puedo servir?
-Hola. Tengo un envío para la colonia la Manga en Villahermosa, Tabasco, el código postal es 8068...
-No hay servicio a Tabasco, señor -interrumpió la operadora.
-¿Cómo? ¿No que nada los detiene? -le dije.

La operadora se quedó en silencio. Imaginé que estaría haciendo una cara más o menos así:

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Ni modo. No quedó otra más que enviar la despensa a los niños de Angola. O a la señora sin piernas que se sienta en las escaleras del metro. Ella también es damnificada, ¿no? ¿O tiene que salir en la tele para serlo?

jueves, 1 de noviembre de 2007

Disertación gastrointestinal-visceralista sobre las mercancías ubicuas y sus posibles aplicaciones en el cultivo inorgánico de zombis

Cada día son más las campañas publicitarias que pretenden construir marcas ubicuas, es decir, marcas que están en todas partes. Pasándose por los huevos a Kant y sus juicios para la validez universal, nuestros esforzados re-creativos publicitarios toman cualquier cosa y la elevan a universalidad. Quizá la más importante -y por ende, la más absurda- campaña de este tipo es la de Coca-Cola, jarabe gasificado que es como nuestro padre, madre y dios, todo en uno, y que acompañará nuestras tripas podridas toda la vida...



El razonamiento de este tipo de campañas es que si elevan el producto a categoría universal, haciendo que el consumidor se lo encuentre en todas partes y no tenga posibilidad de escapar, dicho con-sumidor tarde o temprano será con-sumido y terminará pensando que el producto es como una parte de él, una parte íntima que siempre lo acompaña donde quiera que va.

Un ejemplo de estas mercancías que se pretenden ubicuas es Camel, marca que se encuentra en cualquier parte, incluso en los sitios más íntimos y sorpresivos. Uno comienza a subirse el pantalón y al voltear:

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-¡Ah cabrón, cagué un Camel!

Qué vergüenza, qué pena, de verdad. Pero así es, en todas partes está el Camello con su alegre figura. Lo vemos tomando el sol en Egipto, en India, en Cuba... (en las estampitas, claro, porque el Camello nunca ha puesto un pie en Cuba, pero quién sabe cómo se las arregló para tomarse una foto ahí, ya ven que el condenado tiene muchos dobles y todos andan por ahí tomándose fotos, donde quiera que van).

Sí, es normal, en estos casos siempre se utilizan dobles. El camello original quedó abatido, jodidísimo el pobre camello después de tantas ocurrencias de sus publi-relacionistas.

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Desde 1913 está ahí el infeliz.

Pero ejemplos de marcas "ubicuas" hay muchos.

"Todos somos Telcel"; "todo México es territorio Telcel":

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O el Absolut, hay Absolut para todos.

Para cínicos:

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Para bitlemaníacos:

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(Que nadie se indigne. Afortunadamente esta aberración de los Bitles no ha salido al aire nunca; no existe. Se trata tan sólo de una burla realizada por su seguro sexo servidor de sexo seguro porque no tenía nada que hacer, y para fines ilustrativos y didácticos de la Sociedad Internacional de la Imaginación al Servicio de Nadie, reproducida en este blog con su autorización).

Absolut en los Simpsons:

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etc, etc, etc...

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Todavía parece ser mucha la gente que se entusiasma hasta el infinito con estas campañas. Nunca nunca nunca se van a cansar de ver carteles que digan Absolut esto, Absolut lo otro... Pero sospecho que estos productos y sus campañas no son más que otra pequeña mediocridad de las sociedades de consumo; otra bobería de la seudo comunicación que tarde o temprano va a desaparecer.

No sé si lo que acabo de decir tiene algún fundamento, si tiene posibilidad de suceder o es tan sólo un deseo, mera guajira o chaqueta senti-mental. Pero a quien diga que es un sueño guajiro le sostengo que eso no puede ser, porque los sueños guajiros son sueños que tienen los campesinos, y yo no soy campesino ni soy natural de la Guajira.

Estas campañas supremacistas se vuelven ociosas. Ya se ha visto que no pueden extenderse a cualquier mercancía, pues hay ciertos productos que no son para todos. Por eso la campaña de librerías Gandhi que unía cualquier párrafo de María Mercedes con una idea miope y te decía "ya leíste tal libro" fue muy exitosa, pero también muy tonta.

Dicha campaña, aunque muy aclamamada en el circulillo de los mercachifles, y aunque vendió un número considerable de libros, no hizo tanta gracia a quienes leen libros sin necesidad de que los acarreen. No quiero contagiarme de supremacismo ni parecer falso aristócrata, pero los libros no son coca cola para todos. Hay otras campañas que se han hecho para Gandhi (como la de "si no sabes quién es, acércate a las letras") que no pretenden ninguna ubicuidad, no se dirigen a las masas, sino a los individuos. A mi juicio son más acertadas.

No concedo nada ni trato de convencer. Veremos qué pasa en el futuro con estas marcas ubicuas, cuánto duran. Lo que creo es que tarde o temprano el aburrimiento, quizá la vergüenza, nos harán arrojar el camellito al remolino del WC, y en el futuro lo recordaremos cuando mucho como un dolor estomacal.