viernes, 1 de junio de 2018

Leer, verificar


No sé si comparto el crédito que muchos conceden a Verificado 2018, la plataforma que se encarga en México de revisar noticias falsas o imprecisas con el propósito de desmentirlas. Así como se desconfía de ciertos medios de comunicación, servicios de noticias y redes sociales, yo recelo de quienes se erigen como árbitros de mentiras y verdades. Me parece vano que un proyecto periodístico se jacte de publicar información rigurosa y confirmada. Verificar la información debería ser obligatorio para todos los periodistas ("si tu mamá te dice que te quiere, primero lo confirmas y luego le crees", se decía antes y quizá aún se dice a los alumnos de la Escuela de Periodismo Carlos Septién). En un país donde los medios de comunicación son en mayor o menor medida controlados por el gobierno, y donde el periodismo riguroso es poco rentable, se considera una innovación confirmar las noticias. Verificado 2018 es un esfuerzo notable, y necesario, no cabe duda, pero a final de cuentas quienes manejan esa página también se han visto obligados a admitir que se equivocaron al tildar ciertas informaciones de 'mentiras', o bien, que existen al menos dos versiones de la verdad. Verbigracia: la nota ¿Verdades o mentiras? Esto dijeron los candidatos sobre seguridad y violencia en el primer debate, en la que inicialmente se calificó como falso lo dicho por un candidato y, luego de recibir de parte del equipo de campaña las cifras en que éste se basó, tuvieron que aclarar que “lo dicho por el candidato también es cierto”, pero como utilizaron una metodología distinta, pues llegaron a resultados distintos. Lo aclaran, sí, pero el daño está hecho: para quienes vieron la primera nota y no la aclaración (colocada como “nota del editor” en el sitio web pero ya no difundida a los cuatro vientos en Twitter), el candidato X simplemente “mintió”. Y cada quien se convence de lo que quiere creer. En vista de que también el encargado de verificar los hechos puede equivocarse, puede ofrecer una “verdad distinta” o bien descubrir que su visión de los hechos depende de su perspectiva (Leibniz estaría orgulloso), prefiero, por lo pronto, hablar de "verdades" en plural y "posverdades". Es curioso que la RAE tuvo que asimilar la noción de "posverdad" en 2017, por no quedarse, entiendo, fuera de la moda que explica fenómenos como el Brexit o la victoria de Trump como resultados de una serie de informaciones distorsionadas con pretensiones de verdad. Lo real ya no entendido como algo ontológicamente sólido sino como una construcción de conciencia. El agua tibia, claro. Baste recordar el concepto posmo de hiperrealidad o la misma representación de Schopenhauer. Parece que el mundo hiperconectado se empeña en darle la razón al obispo Berkeley: esse est percipi, ser es ser percibido. Y vale, el mundo es nuestra representación, las cosas son una sensación interior que resulta de una impresión en los sentidos, no podemos conocer la "verdad en sí" y todo eso, pero al menos deberíamos poder resistir y rechazar lo falso, llevar la duda a sus últimas fronteras y afirmar contra el propagandista Goebbels que una mentira repetida mil veces sigue siendo una mentira. Es comprensible que los relatos de ficción reclamen una "voluntaria suspensión de la incredulidad", que nos permite adentrarnos en el mundo imaginario que postulan. Si reconocemos que los hechos verídicos también, una vez acaecidos, se vuelven un relato que, por su naturaleza, nunca es completamente exacto y siempre admite un detalle más y una precisión más, y que aun al que lo presencia, o lo sufre o lo experimenta, no le queda como prueba más que un relato incompleto, acaso tendríamos que leer las noticias tomando en cuenta que no se trata de creer o no creer en un hecho o una serie de hechos, sino en un relato, e interpretarlo haciendo a un lado nuestras ideas preconcebidas; es decir, leer las noticias en un estado de conciencia semejante a una "voluntaria suspensión de la credulidad", mediante la cual podemos inhibir nuestra tendencia automática a estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que leemos bajo las predisposiciones habituales (“yo como simpatizante de X”, “yo como opositor”, etc.) Ante el embate de la "posverdad", definida como una circunstancia en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las emociones y las creencias personales, lo cual a su vez sirve a los demagogos para manipular los sentimientos elementales de los ciudadanos y distorsionar la realidad, una plataforma como Verificado es necesaria, pero no basta, también es deseable oponer un lector capaz de controlar sus emociones y la relación de éstas con su capacidad cognitiva y su pensamiento, sin tener que renunciar por ello a la experiencia emocional del propio relato. Ignoro si existe, si puede existir ese lector, cuyos rasgos he esbozado apenas. Resulta problemático impedir que nuestros prejuicios, nuestros miedos y pasiones interfieran con nuestra interpretación de lo que se nos presenta como noticia entre tanta basura mediática. Si podemos concebirlo, creo que el contacto consuetudinario entre ese lector escéptico y un medio de comunicación riguroso, como idealmente sería Verificado, podría provocar que, aunque sea por unos momentos, la comunicación supere al ruido y podamos estar mejor informados o, al menos, aspirar a la docta ignorancia, reconocer los límites de nuestro entendimiento en un mundo hipercomplejo y superar nuestros prejuicios.